“Antes de que empecemos, me gustaría recordar a Andresito, que murió por culpa del virus”. Con estas palabras arrancó un sonoro aplauso Andrés Vázquez de Sola en el Ateneo Republicano de Algeciras, en la inauguración de su última exposición, el lunes 21 de noviembre. El escritor, periodista, dibujante y pintor recordaba así a Andrés Castillo Tapia, militante de Comisiones Obreras y del Partido Comunista de España que falleció en septiembre de 2020 por culpa del Covid-19. Tan merecidamente querido era Andresito por la gente de Algeciras como certero fue Andrés al tocar el corazón de sus amigos asistentes a la inauguración.
Grande y humilde en su genialidad, atento y preciso en cada detalle, Andrés Vázquez de Sola, que cumplió 95 años en julio pasado, llena estos días la sede del Ateneo Republicano del Campo de Gibraltar, en Algeciras, con la lucidez de sus viñetas militantes pensadas y dibujadas durante el confinamiento por el coronavirus. Los asistentes a la inauguración de la exposición y a la presentación de su libro La verdadera historia del gayumbo milagroso pasaron una tarde muy agradable en compañía del autor y la economista e historiadora del arte Angélika Karmenate, su esposa. La exposición y la presentación del libro estaban organizadas por el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, el Ateneo Republicano y la asamblea local de Izquierda Unida (IU).
Karmenate explicó a los asistentes cómo Andrés y ella llevaban ya más de un mes encerrados en su casa de Monachil, Granada, antes de que el confinamiento comenzara en España el 15 de marzo de 2020. Andrés tuvo una pulmonía muy grave en 2008 y, cuando el matrimonio vio lo que pasaba en Italia, se encerró en su casa, ya el 8 de febrero, para evitar el contagio. El virus llegó, todo el país se encerró en casa y Vázquez de Sola notó resurgir con fuerza el periodista que siempre ha sido. Cogió la pluma y los lápices de colores de uno de sus nietos y se puso a escribir y a dibujar movido por el dolor ante tanta muerte, ante el sufrimiento y la desolación de tantas personas y rebelado contra la mezquina manipulación reaccionaria que la derecha y la ultraderecha hicieron de lo que se estaba viviendo.
Angélika subía sus dibujos a las redes sociales y los distribuía por wasap a sus amigos y compañeros de militancia en el Partido Comunista de Andalucía. “Todos los días hacía tres viñetas como mínimo, aunque hubo días en los que pintó ocho. Dependía de lo que sucedía y las noticias que llegaban. La gente se acostumbró a recibir cada día las ilustraciones y algunas veces me preguntaba qué pasaba que no le habían llegado aún las viñetas. Sólo hubo un día en que Andrés sólo hizo una: el día de la muerte de Julio Anguita, que pintó todo el papel de negro y añadió su firma”, contó Karmenate.
Las obras de Andrés arrancaron sonrisas a su público en momentos de tanta adversidad y movieron a la solidaridad para con enfermos, médicas/os, enfermeras/os, o personal de la limpieza. Hoy siguen siendo útiles para comprender el momento. El artista nos hace sonreír, incluso cuando miramos a la muerte, y hace que nos riamos cuando desvela las maniobras y miserias de los aprovechados y manipuladores que pusieron su interés por encima del dolor de las víctimas y sus familiares. Cada viñeta retrata y clarifica una situación y denuncia, con burla ácida y perspicacia, la actitud de ricachones, aspirantes a tal, grandes empresarios de la sanidad o las farmacéuticas, manipuladores a río revuelto, o derechistas y privilegiados que sólo piensan en su beneficio.
Vázquez de Sola hizo más de doscientas viñetas con ese contenido. Fue el producto de su esfuerzo, de su militancia con la vida y la justicia. Cuarenta son las que están colgadas en la exposición del Ateneo algecireño. Los asistentes a la inauguración pudieron verlas y admirarlas y también oyeron, de palabras del propio autor y del periodista que esto escribe, cómo nació el artista Vázquez de Sola.
Andrés contó que empezó a hacer dibujos de curas o personajes de su pueblo, San Roque, cuando aún era un niño. Dijo que con sus primeras caricaturas llenó las paredes del cuarto donde modelaba el barro que le pasaba su vecino escultor, Luis Ortega Bru, represaliado por el franquismo, hijo de dos fusilados: Carmen Bru y Ángel Ortega, partera ella, dueño de un tejar él. Los elogios de sus vecinos hacia sus dibujos le hicieron abandonar el barro. El asesinato de su partera y su esposo a manos de los fascistas, el fusilamiento de su maestro, Ildefonso Rabanillo, y el de tantos otros vecinos alumbraron la conciencia de un niño indignado que, desde entonces, dibuja, pinta o escribe con entera libertad. Un niño que ve el mundo tal como lo representa, sin el filtro de la moral hipócrita impuesta por los asesinos y sus lacayos.
Vázquez de Sola explicó que, al mudarse su familia a Granada, él empezó a publicar caricaturas en el periódico Patria y en esa ciudad hizo su primera exposición. Recordó su trabajo luego en Madrid, en el periódico del mismo nombre, su paso por Televisión Española, su ingreso en el Partido Comunista de España y su huida a Francia, donde se exilió y vivió como inmigrante ilegal hasta que se cayó del andamio cuando trabajaba como peón de albañil. Un médico del hospital donde se curaba lo animó a llevar a la revista Le canard enchaine el dibujo que lo haría famoso en todo Francia: La gran corrida franquista.
Su trabajo de dos décadas en el país vecino, su vuelta a España, la marginación sufrida, su desencanto con la transición y su dedicación a la pintura también salieron a relucir en el Ateneo algecireño hasta que llegó el turno de presentar el libro. Angélika Karmenate contó que La verdadera historia del gayumbo milagroso surgió durante aquella pulmonía de 2008. Andrés estuvo ingresado en una sala de desahuciados del hospital y sufrió tanto dolor que deseó la muerte. Superada la enfermedad, el artista sanroqueño se puso a escribir. Describió con tanta precisión su sufrimiento en aquel trance que sintió la necesidad de publicar lo escrito sobre su vivencia y las reflexiones a que dieron lugar. Angélika lo leyó, reconoció que estaba impecablemente escrito, pero le dijo a su marido que daba una visión tan triste y dolorosa que no hacía justicia a su vida si pretendía publicarlo como unas memorias. Le propuso que escribiera sobre otros episodios de su vida, que ampliara el relato y Andrés aceptó.
Vázquez de Sola empezó entonces a recordar los lugares, las personas o los sucesos de su vida y vio que había tanto que contar, algunas de ellas tan excepcionales, que prefirió hacer el relato en forma de ficción, de novela. Ligó así los recuerdos de sus vivencias con los que tenía de lo vivido por otras personas de su entorno, los juntó todos, se los atribuyó a un solo protagonista y los puso en la voz, en primera persona, del narrador del libro: Leopoldo Javier Pérez de la Raraperla y López de los Altos Torreones. Semejante manera de llamarse a sí mismo indica que la ironía y la sátira empiezan en esta historia contra su propio autor. Lo cual le permite luego dispararla contra todo lo que se mueve. Las memorias de Leopoldo Javier, de nombre tan pretensioso como ridículo, recorren con sencillez las etapas de su vida, que son las mismas que las de todo bicho viviente. Las escenas descritas llegan a ser tronchantes en algunos momentos, pero incluyen también sabias y perspicaces reflexiones sobre la vida, la muerte, el amor, la moral, la enfermedad, la vejez, la belleza o la identidad.
Las páginas del libro están salpicadas con ilustraciones en blanco y negro que complementan lo que dice el texto. Son viñetas hechas por Andrés a lo largo de toda su vida que ilustran lo contado e instigan a la sonrisa del lector. Muy escatológico en determinados capítulos, el libro comienza con el autor narrando su propio nacimiento y acaba con el fruto del último esfuerzo creativo, en mitad del escenario, de la pareja artística de Leopoldo Javier, un concertista que utiliza un instrumento muy peculiar.
Y, del libro, hasta aquí podemos contar. Solo añadiremos otro episodio de la vida de Vázquez de Sola recordado en el Ateneo algecireño en la presentación de libro y exposición: la medalla de Andalucía que el sanroqueño recibió en 2014. “Júrame que no la vas a rechazar”, le dijo por teléfono Diego Valderas, entonces vicepresidente del Gobierno andaluz, a Vázquez de Sola a finales de 2013. Acostumbrado a sólo recibir desplantes, demandas judiciales o improperios de los gobernantes, Andrés se lo tuvo que pensar. Pero aceptó y la recibió el 28 de febrero de 2014. ¿Por qué? Porque pensó que quien le daba la medalla no era un gobierno ni un partido, que era Andalucía. “Y Andalucía es para mí como un beso de mi madre”, pensó y sigue pensando Andrés.
Con Caparrós y Andresito por siempre vivos en la memoria: ¡Viva Andalucía libre!