Naharro-Calderón afirma que Francia pisoteó los derechos humanos de los españoles que huían del terror fascista

    

Andrés Rebolledo, presidente del Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, dio la bienvenida a los asistentes a la presentación del libro Entre alambradas y exilios. Sangrías de las Españas y terapias de Vichy, celebrada en la Casa de la Memoria La Sauceda, en Jimena de la Frontera, el viernes 30 de noviembre de 2018. Rebolledo agradeció a José María Naharro-Calderón, autor del libro, que hubiese incluido la Casa de la Memoria como uno de los lugares donde presentar su obra, dentro de la ronda que está haciendo por toda Andalucía. Rebolledo afirmó que la Casa de la Memoria está siempre abierta a este tipo de iniciativas y que es el hogar de todos quienes luchan por la verdad, la justicia y la reparación.

Juan Gómez Macías, pintor y escritor sanroqueño, amigo personal de José María Naharro-Calderón desde hace muchos años, glosó parte de la biografía personal del autor, pero se detuvo en destacar su compromiso personal y permanente con la causa de la memoria. No sólo en su responsabilidad como organizador todos los años de unas jornadas en Asturias sobre el exilio y los exiliados, sino también en su trabajo profesional como escritor, profesor e investigador. Recordó en este punto a Juan Ramón Jiménez, premio Nobel andaluz, que fue fiel al Gobierno de la República hasta sus últimos días de vida y que siempre dijo No al régimen franquista cuando, viendo su éxito internacional, lo tentó con cargos y parabienes futuros si volvía a España de su exilio en Argentina.

Gómez Macías explicó que Naharro-Calderón es uno de los mejores especialistas del mundo en la vida y la obra de Juan Ramón Jiménez y que es a partir de uno de sus textos sobre el poeta onubense, Entre el exilio y el interior: el «entresiglo» y Juan Ramón Jiménez, cuando definitivamente se despejaron todas las dudas sobre la militancia pro-republicana del autor de Platero y yo.

Gómez Macías celebró como uno de los múltiples aciertos del libro la invención de una metáfora, la de los monos de la desfachatez, que utiliza el autor para referirse a lo largo de todo el libro a ese coro mediático y pseudo intelectual que se dedica a negar la historia o a dulcificarla mediante el recurso al discurso de la equidistancia o la ecuanimidad revisionista.

Naharro-Calderón recordó la gran diversidad ideológica, de procedencias geográficas y de peripecias vitales del medio millón de ciudadanos y ciudadanas que abandonaron el país a través de los Pirineos cuando los fascistas se adueñaron de todo el territorio peninsular. Añadió que este medio millón de personas, en el fondo, eran incluso unas privilegiadas, porque pudieron escapar al horror de asesinatos, cárcel, hambre, miseria y represión que se abatió sobre buena parte de los habitantes de los pueblos y ciudades de España.

Y aseguró que su suerte tampoco se la hubiera deseado a nadie porque lo que les esperó al otro lado de la frontera eran alambradas y campos de concentración, cuando no el envío a los campos de trabajo esclavo en Argelia o Alemania. Sobre todo a partir de la invasión nazi de Francia y la instauración en el Sureste del país del Gobierno colaboracionista del mariscal Pétain, con capital en Vichy. Naharro-Calderón aseguró que es falsa la historia oficial que se cuenta en Francia, en la que se distingue entre campos de concentración y campos de internamiento. Aseguró que los españoles fueron alojados en auténticos campos de concentración donde no existía el más mínimo respeto por los derechos humanos. Y que en Francia, el país de asilo por excelencia, cuna de la primera declaración de los derechos del hombre, decir esto en voz alta todavía molesta a quienes no quieren reconocer que su Estado se comportó de aquella manera con los republicanos españoles que huían del terror fascista.

El escritor afirma que los monos de la desfachatez, de este modo, también actúan en el país vecino pues tratan de ocultar la hipocresía de los gobiernos franceses que escudándose en la injusta No-Intervención, en vez de solidaridad, a los refugiados españoles les aplicaron la terapia de Vichy, otra metáfora para describir los campos de concentración, la explotación, la deportación y la persecución.

El escritor dijo que frente al ascenso de los partidos fascistas en todo el mundo, incluida España, no hay que desesperarse sino perseverar. Perseverar e insistir en el cultivo y la divulgación de la memoria histórica, en repetir en cada pueblo y en cada situación propicia cuan horrendos fueron los crímenes contra la humanidad cometidos en este país y en toda Europa por el nazi-fascismo. Y defender contra viento y marea los valores de la democracia y la libertad, que a su juicio, es lo que quieren y defienden por encima de todo las buenas gentes que habitan los pueblos de las Españas.

 

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