Andaluces.es – 04/10/2013 – Francisco Artacho
Militante del PCE la primera, periodista el segundo. Ambos sufrieron la violencia de uno de los policías franquistas reclamados por la justicia argentina. “Me encañonó y me dio una paliza”, afirma Lobatón a Andalucesdiario.es. “Me puso una pistola en el estómago y me repitió que cantara”, cuenta Julia
La vida de Julia Hidalgo y Paco Lobatón comenzó en Cádiz, allá por los años 50. Ella nació en Sanlúcar de Barrameda y él en Jerez de la Frontera. Los dos salieron de su tierra, a principios de los 70, para estudiar Ciencias Políticas en la Complutense de Madrid. Entonces aquella facultad, situada junto al palacio de la Moncloa, en la carretera de La Coruña, era un hervidero de jóvenes que luchaban contra el franquismo y por la libertad. Julia y Paco eran vigilados, como toda la facultad, por la Brigada Política-Social (BPS), la policía política de Franco. Los dos fueron detenidos. Y fue entonces cuando Antonio González Pacheco, Billy el Niño, uno de los agentes franquistas reclamados ahora por la justicia argentina, se cruzó en sus caminos.
Tanto Julia como Paco sufrieron la violencia ejercida por este torturador de la dictadura, aunque ambos coinciden en resaltar que otros “compañeros” aguantaron más golpes, más insultos y más violencia que ellos.
“Alguien me encañonó, y ese policía de la Brigada Político-Social era Billy el Niño”, así comienza el periodista Paco Lobatón a explicar para Andalucesdiario.es el momento en el que fue detenido, en junio de 1972, “justo una semana antes de que detuvieran a toda la estructura de Comisiones Obreras que dio origen al proceso 1001″, afirma. Lobatón fue interceptado y detenido por la Brigada Político-Social justo antes de entrar en una asamblea de profesores. Sus compañeros lo habían elegido como representante para preparar el boicot de exámenes con el que los estudiantes iban a responder a la reciente detención de veinte compañeros. Acto seguido, fue trasladado a una dependencia que la BPS tenía en el interior de la facultad. “Aquella habitación era una comisaria”, recuerda Lobatón. De la facultad, que fue desalojada por lo “espectacular” de la detención, pasó a un furgón policial, una lechera, que lo trasladó hasta la sede de la Dirección General de Seguridad (DGS), en la céntrica Puerta del Sol de Madrid, donde permaneció detenido e incomunicado.
Durante el trayecto, que duró entre 15 y 20 minutos, a plena luz del día, sufrió una brutal paliza a manos de Billy el Niño, en los asientos traseros del vehículo. El torturador “utilizó una porra que le había regalado un grupo fascista italiano”. Recuerda ese detalle porque Billy el Niño “se jactaba de ello”. Además, “entre los estudiantes era conocida su simpatía por los Guerrilleros de Cristo Rey”. También resalta que “conocía a todos” los que militaban en el movimiento estudiantil. Al pasar por el Parque del Oeste escuchó cómo el policía amenazó con aniquilarlo “allí mismo”. Temió lo peor consciente de que en otras ocasiones la policía franquista “había llegado muy lejos”. Tras el interrogatorio y permanecer incomunicado 72 horas, Lobatón pasó un mes y medio en la cárcel de Carabanchel.
La paliza fue tal que incluso provocó una investigación de oficio de los tribunales franquistas que condenaron al policía a un día sin empleo y sin sueldo. “Un hito por aquellos entonces”, explica Lobatón. ”Éramos estudiantes, jóvenes, pero con plena conciencia de lo que hacíamos”, recuerda ahora, a sus 61 años. “Sabía que estaba haciendo lo que tenía que hacer”.
Tras conocer la petición de extradición de Billy el Niño, junto a la de tres funcionarios policiales más de la dictadura, Julia Hidalgo lloró de “alegría y emoción” porque “por fin se empieza a hacer justicia en este país donde se hizo una ley de punto y final”, explica a Andalucesdiario.es. A Julia le asaltaron muchos recuerdos de su juventud. Militante del Partido Comunista de España, PCE, y estudiante de Políticas, fue detenida tres veces antes de exiliarse al Reino Unido.
Una de las detenciones fue motivada por su participación en el comité de huelga de la construcción. “Nos llevaron a la Dirección General de Seguridad, que estaba en la Puerta del Sol, donde ahora se ubica la sede del Gobierno de Madrid”. Allí estaban los “tremebundos calabozos”, los describe Julia, orgullosa de “no haber cantado nunca” ante la policía franquista. “Los comunistas éramos respetados allí porque nunca cantábamos. Lo de respetados es un decir, claro está”, matiza con satisfacción.
Durante el interrogatorio, “en el que siempre un policía hacía de bueno y otro de malo”, entró Billy el Niño. Julia recuerda las palabras exactas con las que se dirigió a ella: “No te esfuerces en mantenerte firme porque tus compañeros ya han cantado”. Entonces, sostuvo sobre la cabeza de Julia “una máquina de escribir de las antiguas, de esas grandes y de hierro”. Pero ella no cantó. “Los otros dos policías, que no eran buenos pero desde luego no eran Billy el niño, le dijeron que me dejara”, añade. Y así lo hizo, pero volvió. “Me puso una pistola en el estómago y me repitió que cantara, que era la única que no lo había hecho”. González Pacheco volvió a salir. Por tercera vez regresó a la habitación, en esta ocasión con uno de los albañiles que también fueron detenidos en la redada. “Lo sostenía de los pelos y el chico no tocaba el suelo. No aguantaba más el muchacho”, relata Julia.
La segunda vez que se cruzó con Billy el Niño fue en la facultad de Políticas, el día que la policía político de Franco detuvo al decano, el catedrático Carlos Ollero. “Me vio y me dijo que me fuera o me detenía otra vez”, explica Julia, que resalta que este policía, ahora en busca y captura, “tenía una gran memoria fotográfica, se conocía a todos los miembros del Partido Comunista”.
El tercer encuentro se produjo tras la última detención. “Fui por unos apuntes y me crucé de casualidad con una manifestación del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), la policía me paró y me volvieron a detener”. Estuvo tres días en los calabozos. Incluso Manuel Fraga, que fue ministro con Franco, llamó para interceder por ella. “No tengo nada que agradecerle pero llamó”. Después de esa detención Julia se exilió a Gran Bretaña con un pasaporte falso.
Ahora, 41 años después, recuerda a Billy el Niño como “el tío más chulo y hortera” que ha conocido: “Con esas gafas de policía americano y unos pantalones de campana, pero excesiva, muy grande”. Pero sobre todo destaca que “pegaba a más no poder”. Antes de terminar la conversación, Julia hace un llamamiento: “Lo que pido es que se hable de Billy el Niño, de cómo amenazaba, cómo pegaba…. Tiene que estar señalado y los medios de comunicación, por favor, que cuenten quién era, lo que hizo. Que quede señalado para siempre, yo lo haré hasta que tenga fuerzas”.